La vida no es tan sencilla cuando te arrebatan todo lo que conocías. Una frustración y una impotencia siempre se quedará presente desde entonces. Descubres que no eras nada para nadie. He podido ver por mis propios ojos como para todo el mundo éramos una calaña, un animal que no sirve para nada, un paria.
Nunca imaginé que la palabra 'refugiado' algún día definiría toda mi existencia. Mi vida antes era simple, no perfecta, pero era mía. Tenía una familia, un padre, una casa que llamaba hogar, un futuro que parecía prometedor. Una niñata que quería vivir su propia experiencia, sus propios modales para poder ser como ella quiere ser. Pero todo cambió el día en que la Hueste arrasó todo. Desde hace cuatro años puedo recordar los gritos de desesperación que se convirtieron en nuestro himno cotidiano, y pronto supe que teníamos que huir o morir.
Recuerdo cuando cruzamos la frontera. Había esperanza al principio. Pensé que en algún lugar nos recibirían con los brazos abiertos, que encontraríamos un refugio, una nueva oportunidad. Pero lo que encontré fue un muro invisible, hecho de indiferencia y rechazo. Es duro darte cuenta de que, aunque ya no vives en la guerra, sigues siendo un enemigo para el mundo. Nadie te quiere, nadie te ve como uno de los suyos.
Dormíamos en las calles, a la intemperie, soportando el frío y la lluvia, mientras las puertas se cerraban una tras otra. Nos señalaron como extraños, como si fuéramos responsables de nuestra propia desgracia.
Lo más doloroso es sentir que tu dignidad se evapora poco a poco. Me miran como si no fuera humana, como si mi sangre real no tuviera ningún valor. Cada mirada de desconfianza, cada vez que alguien se aleja al vernos, es como si nos dijeran: “No perteneces aquí, no eres bienvenido”. Me pregunto qué hice para merecer este trato, cómo fue que mi vida se convirtió en una constante búsqueda de un lugar donde no soy querida.
El miedo ya no es solo a la guerra. Es el vacío que siento cuando miro a los ojos de las personas y veo que no les importo. A veces me pregunto si alguna vez encontraré un lugar donde pueda volver a sentirme humana. Pero lo más aterrador es que, en el fondo, estoy empezando a perder la esperanza.
Ser un refugiado no es solo huir de la guerra o la violencia. Es enfrentarte al silencio, al rechazo, al olvido. Es ser alguien a quien nadie quiere."
Val’Sacer sigue presente,
Jolie Lyssenfleur